lunes, 20 de agosto de 2012

Capitulo 3.

Pedí un café, caliente, solo y cogí unas galletitas de una de las máquinas, me tomé todo y entre a mi habitación, me puse el abrigo y nuevamente, cogí mi mochila metiendo la cartera, la cámara y el reproductor de música. Las llaves de la mesita y salí, cerrando la puerta tras de mí. Atravesé el largo pasillo y me despedí de Doña Eugenia, que descansaba en un sillón al lado de los ventanales. Baje las escaleras, no con mucha prisa pero tampoco despacio, me abroché el abrigo y salí del portal, metiéndome en la escasa niebla que quedaba tras la tormenta de esta mañana. Saco el gorro gris del bolsillo y me lo pongo, froto un poco mis manos entre ellas y soplo, dando un poco de calor en mis dedos. Empiezo a caminar, cruzando la plaza, observando a la gente disfrazada, a los mimos quietos e inmóviles que ni el frío, lograba quitar de ahí, cada rincón, detalle, todo. Siempre había admirado esa parte de la ciudad y muy pocas veces había logrado escapar de los ensanches para perderme alguna que otra tarde ahí. Pero ahora, estaba ahí y nadie lograría moverme. Seguía callejeando, sin noción del tiempo, cada vez, el poco sol que había, se escondía aún más entre los altos edificios y rascacielos que cubrían el cielo. Pasado un rato, decido sentarme en un banco de Ópera, el cielo gris, descampaba por momentos, dejando ver una extraña mezcla de colores grises, naranjas y azules, debido a los débiles rayos de luz que atravesaban las espesas nubes. 
Miro el reloj, ya daban casi las 9 y el frío, empezaba a calarme los huesos. Me levanto del banco de piedra que rodeaba aquella plaza y doy la vuelta, metiéndome en el McDonal's, lleno hasta arriba, pero bueno, era una hamburguesa. Miro alrededor en busca de una mesa y veo que quedan algunas libres, esperando poder llegar a una, me pongo en la fila de gente que esperaba a ser atendidos. Después de unos 10 minutos, faltaba solo una persona para que pudiera pedir.
- Una hamburguesa con queso sin pepinillo, una coca-cola y unas patatas, para tomar aquí. -Saco la cartera de la mochila y pago, esperando mi pedido en la otra parte de la barra, lo tomo en una bandeja y empiezo a caminar, maldiciendo que las escasas mesas que había antes vacías, ya estaban ocupadas. Doy varias vueltas, esperando tener suerte y que alguna pareja o grupo, se levante, pero sin suerte, decido probar otros métodos. Me acerco a una chica que al parecer, estaba sola. Pelirroja, con el pelo largo y ondulado, algunos pendientes y el del ala de la nariz y vestida con una sudadera de Ecko, vaqueros y unas Nike's. 
- Perdona ¿Está ocupado? -digo refiriéndome al sitio- Es que no encuentro nada -río levemente, dejando mostrar un poco mis dientes, Me mira de arriba abajo y luego sonríe-.
- Sí, claro, siéntate, sin problema -me mira- A estás horas es difícil encontrar sitio ¿No lo sabías? -ríe, mientras da un mordisco a su hamburguesa, me río con ella y cuelgo la mochila de la silla, me quito el abrigo y lo dejo encima de esta-. 
- La verdad no, soy nueva por aquí -me encojo de hombros y cojo un par de patatas, que meto en mi boca rápidamente, ella, se sorprende-.
- ¿Eres nueva? ¿No conoces esto? -Me mira, sorprendida y yo, me limito a negar-
- He llegado hoy, vivía en las afueras y ahora, estoy buscando un piso por aquí, ah, por cierto, soy Liss.
- Yo soy Shir, encantada -sonríe y por una vez en mucho tiempo, parece que todo, empieza a irme mejor.

domingo, 19 de agosto de 2012

Capitulo 2.


- Lo siento, que pase un buen día. - Sonreí levemente y baje del autobús, aspirando el fuerte olor a lluvia y mojado que invadía las calles, dejando que las pocas gotitas que seguían cayendo me mojaran. Mire hacia el cielo y cerré los ojos unos instantes, entonces, decidí mi rumbo. La vieja posada de Ángel me serviría. Cruce la plaza y baje la calle, unos banderines, colgaban de balcón en balcón, intentando alegrar un poco esos días de invierno, seguí bajando la calle hasta encontrarme con el enorme portal de piedra, llamé al telefonillo y me abrieron, subí los 7 pisos andando, ya que el viejo edificio, no tenía ascensor, me maldije varias veces por el peso de la maleta, pero finalmente, llegué, crucé el pasillo y entré en el Hostal, esperando a que alguien me atendiera. Mientras esperaba, observé esa vieja posada, mirando los amplios y grandes cuadros que colgaban de las paredes de color beige, me acerqué a unos ventanales y metí un poco la cabeza entre las cortinas, desempañe un poco el cristal con el puño de mi sudadera y mire a través de este. Había dejado de llover ya, pero se notaba todavía el ambiente creado, gotitas de vapor ascendiendo, creando un pequeño manto de niebla a través de las calles, ahora, medio abandonadas del centro de la capital. Alguien tosió detrás de mí y me giré, viendo a una mujer, elegante, de ya avanzada edad, rondando los 50 y muchos o incluso, 60. Las fracciones marcadas de su cara y un moño recogido, perfectamente peinado, un pantalón largo, negro, con una americana a juego que tenía sobre una camisa azul cielo, me acerqué a ella y esta, se dirigió hacia el recibidor.
- Buenas tardes. - Dije seria, con una pequeña sonrisa, apenas perceptible. - Me gustaría alojarme aquí un par de noches, hasta que encuentre una residencia fija. ¿Quedan habitaciones? - mientras yo hablaba, la mujer mayor, miraba en una gran libreta, donde debían de estar las reservas y gente que se alojaba ahí. Me miro seria y después, rebusco en un cajón justo debajo de aquella gran mesa de roble. Saco una llave, el número 10 y me la entregó. 
- Puedes quedarte en esa el tiempo que necesites, tienes un pequeño armario y toallas sobre la cama, hay un lavabo dentro de la habitación, pero las duchas, están en el fondo del pasillo. - sonrío, por primera vez en el encuentro, dejando ver una sonrisa ya gastada con los años. - Tienes una pequeña cafetería, donde servimos el desayuno, la comida y la cena, son desde las 19 h. hasta las 22 h. Si necesitas cualquier cosa, mi habitación es el número 1.
- Creo que ya está todo, muchas gracias, Doña.. - dije interrogante, al no saberme su nombre.- 
- Eugenia, llámeme Eugenia. ¿Y usted es? - Dijo abriendo nuevamente el cuaderno, para anotar mi nombre.-
- Liss, Liss White. 
- ¿Inglesa? - dijo curiosa.-
- Por parte de padre, nada más, pero desde los 10 años he vivido aquí, con mi madre. - Puse la llave en el bolsillo de la sudadera y tras arreglar todo, me dirigí a la habitación. Encajé la llave en la cerradura y la abrí, puse la maleta sobre la cama y empecé a desempacar, guardando lo poco que llevaba en el armario, coloqué los zapatos debajo de la cama y entre en el pequeño lavabo de la habitación, lave mi cara y me quité la trenza, cogí ropa limpia y las toallas y fui hacia las duchas. Después de una ducha caliente, me arreglé y fui hacia la pequeña cafeteria, que disponía apenas de 5 mesas, una barra y dos máquinas desprendedoras, una de refrescos y otra, de comida. Pedí un café, caliente, solo y cogí unas galletitas de una de las máquinas, me tomé todo y entre a mi habitación, me puse el abrigo y nuevamente, cogí mi mochila metiendo la cartera, la cámara y el reproductor de música. Las llaves de la mesita y salí, cerrando la puerta tras de mí. Atravesé el largo pasillo y me despedí de Doña Eugenia, que descansaba en un sillón al lado de los ventanales. Baje las escaleras, no con mucha prisa pero tampoco despacio, me abroché el abrigo y salí del portal, metiéndome en la escasa niebla que quedaba tras la tormenta de esta mañana. 

sábado, 18 de agosto de 2012

Capitulo 1.

-Hay días grises, días azules, días en los que el cielo brilla y días, en los que brilla, pero por su ausencia. Hoy llovía, fuerte, había tormenta fuera, igual que dentro de mi casa. Mi madre gritaba sin parar, estaba como una loca y yo, en mi cuarto, dejaba que todo corriera. Cogí una silla y la puse en el borde del armario, me subí a ella y saqué una maleta de las baldas superiores, la puse sobre la cama y la abrí, con cuidado. Busqué el móvil en mis pantalones pitillos azules y lo puse sobre la mesita de noche, poniendo un poco de música de fondo, para evadirme más aún. Fui nuevamente hacia el armario y saqué de este varios pantalones, algunas camisetas y algunas sudaderas, me puse mi favorita, sobre lo que llevaba puesto y metí dos gorros, otro, me lo llevaría puesto. Preparé otras cosas básicas como el neceser, el cargador del móvil, la cámara y el reproductor de música, con sus respectivos cargadores y los metí en la maleta haciendo bulto. Busqué mi antigua hucha, bueno, en realidad, varias huchas, las tenía guardadas para irme de casa, con eso, me daba para algo más de una noche en un hostal de los del centro. Saqué todos mis ahorros y los metí en un monedero, ya que la gran mayoría, eran billetes que había ido cambiando con el paso del tiempo. Saqué mi mochila de vans, desgastada y usada y metí la cartera, los ahorros y varios pares de zapatos, ya no necesitaría más, sobreviría un tiempo con aquello. Abrí la puerta de mi habitación y como era de esperar, mi madre seguía gritando, me colgué del hombro la mochila y saqué la maleta, a rastras detrás de mí.
- Ni se te ocurra salir por esa puerta. - Me gritó, pero hice oídos sordos y seguí recorriendo el largo pasillo que había en mi casa.
- No lo hagas, si lo haces, no vuelvas a pisar esta casa. - Volvió a gritar, está vez acercándose a mí y tirando de mi hombro, haciendo que me girase.
- Pues no volveré a pisarla, tranquila mamá, no hay ningún problema. - Y dicho esto, avancé aún más rápido por el pasillo de mi casa, llegué a la entrada y saqué el abrigo de invierno que estaba en el pequeño armario, cogí las llaves y de un portazo, salí de allí. Baje las escaleras rápido, con la maleta a rastras haciendo un enorme estruendo detrás de mí, haciendo parecer que las escaleras se iban a caer de lo viejas que estaban. Llegué al pequeño hall que había en el edificio, observé la calle detrás de la puerta verde de cristal que había, o lo que podía ver, ya que las gotas no dejaban ver mucho más allá de dos metros. Me puse el abrigo encima de la mochila y lo cerré, igual que la sudadera, me puse la capucha ancha del abrigo y preparada, salí de allí, mojándome nada más salir. Fui directa hacia la parada de autobuses, un par de manzanas hacia la izquierda, me refugié debajo del pequeño tejadillo medio roto y espere a que llegara y me llevará directa al centro de Madrid, donde me metería en alguno de los hostales de Sol o Gran Vía. Después de un par de minutos, llegó el autobús, me subí y pagué el puto viaje, cada día mas caro. Pero era mi única salida, por el momento, me fui a uno de los últimos asientos, ya que tenía una hora larga de viaje, coloqué la maleta entre mis piernas y me dediqué a mirar las calles frías de las afueras, me puse la música del móvil y poco a poco, los minutos se fueron haciendo segundos. Después de algo más de una hora, llegué a mi destino, el centro. Había mucha gente, a pesar del frío temporal, varia gente quieta, haciendo de mimo, esperando ganar algo de dinero y otros, disfrazados de dibujos animados, esperando que algún crío pidiera por favor a sus padres un globo, aún sabiendo que a los pocos minutos se explotaría.
- Perdone, señorita, tengo horarios fijos y no me gustaría que me multaran. - Me dijo el viejo autobusero, con una voz ronca, probablemente debido al tabaco, vejez o quién sabe, un simple constipado.
- Lo siento, que pase un buen día. - Sonreí levemente y baje del autobús, aspirando el fuerte olor a lluvia y mojado que invadía las calles, dejando que las pocas gotitas que seguían cayendo me mojaran. Mire hacia el cielo y cerré los ojos unos instantes, entonces, decidí mi rumbo. La vieja posada de Ángel me serviría. Cruce la plaza y baje la calle, unos banderines, colgaban de balcón en balcón, intentando alegrar un poco esos días de invierno, seguí bajando la calle hasta encontrarme con el enorme portal de piedra, llamé al telefonillo y me abrieron, subí los 7 pisos andando, ya que el viejo edificio, no tenía ascensor, me maldije varias veces por el peso de la maleta, pero finalmente, llegué, crucé el pasillo y entré en el Hostal, esperando a que alguien me atendiera.